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En el pasado, he prestado servicios de control de peso con la pérdida de peso como objetivo principal. He trabajado junto a otros profesionales sanitarios en servicios especializados del SNS para ayudar a las personas a mejorar su salud mediante la pérdida de peso. Nunca se ha tratado simplemente de ofrecer consejos dietéticos; tenemos que examinar la interacción entre el cuerpo y la mente, y las creencias subyacentes que impulsan comportamientos, a menudo destructivos y poco útiles, hacia nuestros cuerpos.
1 – Rechazar la mentalidad de la dieta
En el fondo, se trata de superar ese mantra en el que todo el mundo se ve envuelto, según el cual, cuando una dieta fracasa, eres tú el que ha fallado al seguirla, te ha faltado fuerza de voluntad. Es tu culpa.
No es nada de esto – la dieta te ha fallado porque nunca estuvo destinada a funcionar en primer lugar. Esas reglas que seguiste, o el plan de dieta que seguiste, te impidieron escuchar a tu propio cuerpo. Te hizo creer que no sabías qué hacer y que ese libro tenía todas las respuestas. Y no es así. Hay muchas razones biológicas por las que no funcionó.
2 – Honra tu hambre
Comer de forma caótica y a veces emocional puede ser algo cotidiano para muchos de nosotros. Pero cuando se hace una dieta por debajo de las necesidades de combustible de nuestro cuerpo, es casi imposible determinar qué es hambre fisiológica y qué es hambre emocional. Si se ha puesto en marcha una cascada biológica para elevar los niveles de glucosa en sangre, ninguna fuerza de voluntad o terquedad podrá anularla, y el tentempié saludable del que te convences que te satisfará, simplemente no lo hará. Esto es primitivo. No es algo humano racional.
3 – Haz las paces con la comida
La fruta prohibida es mucho más atractiva. Seguir una serie de reglas, diseñadas para la pérdida de peso, por otra persona, puede sentirse inicialmente como un alivio. Gracias a Dios, otra persona me va a decir cómo hacer esto, porque yo no tengo ni idea. Pero al tratar de ignorar los deseos de ciertos alimentos, de repente se convierten en la única cosa en la que puedes pensar. Los pensamientos de comida llenan tu cabeza todo el día, todos los días.
4- Desafiar a la policía alimentaria
A menudo la gente piensa que los dietistas son los policías de la comida, que juzgan tus elecciones alimentarias y te echan la bronca si te equivocas. En realidad, la policía alimentaria que tenemos en nuestra cabeza es mucho peor. Nosotros mismos somos nuestro crítico más duro, y la historia que nos repetimos en la cabeza nos hace sentir una mierda. Y lo escuchamos – todo el tiempo. Qué agotador.
5- Descubre el factor de satisfacción
Comer está diseñado para ser una experiencia placentera. Se supone que debemos sentirnos satisfechos y contentos. El cerebro recuerda esta interacción placentera con la comida, de modo que nos impulsa a hacerlo una y otra vez. Pero no se trata sólo de la comida, sino también del entorno. Y a menudo estas dos cosas no se combinan muy bien: los alimentos más satisfactorios se consumen rápidamente y, sin embargo, nos pasamos horas picoteando una ensalada poco apetitosa.